En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no
podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no
juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha
falta.
Las primeras luciérnagas:
un niño corre a buscarlas
para un amigo enfermo.
A los niños
Después de muchos años, cuando yo sea un montoncito de polvo callado, jugad conmigo, con la tierra de mis huesos. Si me recoge un albañil, me pondrá en un ladrillo, y quedaré clavada para siempre en un muro, y yo odio los nichos quietos. Si me hacen ladrillo de cárcel, enrojeceré de vergüenza oyendo sollozar a un hombre; y si soy ladrillo de una escuela, padeceré también por no poder cantar con vosotros, en los amaneceres.
Mejor quiero ser el polvo con que jugáis en los caminos del campo. Oprimidme: he sido vuestra; deshacedme, porque os hice, pisadme, porque no os di toda la verdad y toda la belleza. O, simplemente, cantad y corred sobre mí, para besaros los pies amados.
Decid cuando me tengáis en las manos, un verso hermoso y crepitaré de placer entre vuestro dedos. Me empinaré para miraros, buscando entre vosotros los ojos, los cabellos de los que enseñé.
Y cuando hagáis conmigo cualquier imagen, rompedla a cada instante, que a cada instante me rompieron los niños de amor y de dolor.
Después de muchos años, cuando yo sea un montoncito de polvo callado, jugad conmigo, con la tierra de mis huesos. Si me recoge un albañil, me pondrá en un ladrillo, y quedaré clavada para siempre en un muro, y yo odio los nichos quietos. Si me hacen ladrillo de cárcel, enrojeceré de vergüenza oyendo sollozar a un hombre; y si soy ladrillo de una escuela, padeceré también por no poder cantar con vosotros, en los amaneceres.
Mejor quiero ser el polvo con que jugáis en los caminos del campo. Oprimidme: he sido vuestra; deshacedme, porque os hice, pisadme, porque no os di toda la verdad y toda la belleza. O, simplemente, cantad y corred sobre mí, para besaros los pies amados.
Decid cuando me tengáis en las manos, un verso hermoso y crepitaré de placer entre vuestro dedos. Me empinaré para miraros, buscando entre vosotros los ojos, los cabellos de los que enseñé.
Y cuando hagáis conmigo cualquier imagen, rompedla a cada instante, que a cada instante me rompieron los niños de amor y de dolor.
Gabriela Mistral
No hay comentarios:
Publicar un comentario